Al menos 16 personas murieron y docenas resultaron heridas en un ataque contra la iglesia de Nuestra Señora de Fátima en Banguí, la capital de la República Centroafricana. Los asaltantes, que según fuentes locales pertenecen a un grupo de milicianos yihadistas que tienen su base en el distrito PK5, fueron rechazados por las fuerzas de seguridad y se retiraron después de un violento combate que duró mucho tiempo, indicó L’Osservatore Romano.
«La iglesia fue rodeada por hombres armados que comenzaron a disparar con armas y granadas. Mucha gente murió en el lugar, incluido el padre Albert Toungoumalé-Baba», dijo un fiel que había escapado del tiroteo, citado por los medios. Después del ataque se produjo una operación de represalia inmediata que provocó enfrentamientos en diferentes lugares de la capital. Los cuerpos de al menos dos personas fueron recuperados en un área cercana a la iglesia. Los habitantes del distrito Pk5 informan que al menos otros tres cuerpos sin vida fueron transportados a la morgue local.
Un ataque que Juan José Aguirre, Obispo de Bangassou, Misionero Comboniano, califica de «brutal y gratuito».
Juan José Aguirre relata en ‘La Tarde’ que «el ambiente estaba caldeado desde hace 20 días porque había soldados que querían desarmar a radicales de Banghi. Y lo que ha ocurrido el martes 1 de mayo es que sin previo aviso tiraron bombas y granadas».
Durante el ataque murió un sacerdote «que salió de la iglesia a auxiliar a un herido. Quizá una bala perdida le dio cerca del oído y murió. Después llevaron al sacerdote muerto por las calles hasta la residencia. Por la noche, los no musulmanes se vengaron quemando una mezquita».
El Obispo Aguirre señala que llevan trabajando «durante muchos meses para que musulmanes y no mulsulmanes convivan en paz» pero este conflicto «en lo profundo es de tipo económico y político por el dominio de una zona».
El arzobispo Nzapalainga hace un llamamiento al gobierno y a Minusca: «Que se esclarezca lo sucedido». Una invitación a los creyentes: «Evitemos el odio y la venganza, no nos autodestruyamos». Una condena ‘enérgica, sin lugar a dudas’ la del cardenal Dieudonné Nzapalainga, arzobispo de Bangui, de la matanza que tuvo lugar en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima. El ataque, con disparos de granadas y armas semiautomáticas, ocurrió durante la misa de la fiesta de San José.
El pastor de la capital de la República Centroafricana pide para su país «héroes» que digan a una sola voz «no a la violencia, no a la barbarie, no a la autodestrucción». De ahí que se haga un llamamiento «a todos los grupos políticos, administrativos y religiosos, sin distinción, para que todos juntos podamos ponernos de pie como un solo hombre para condenar el incidente, ya que es el mismo cuerpo centroafricano el que es amenazado desde dentro». Una invitación, incluso para los creyentes, a tener «dominio de sí mismo para evitar la ira, el odio, la venganza, las represalias». «Contamos nuestros muertos y los seguiremos contando – escribe Nzapalainga -. Tenemos a nuestros enfermos, discapacitados y los seguiremos contando. Por el amor de Dios, levantémonos para evitar la autodestrucción».
El terror vuelve a la iglesia de Nuestra Señora de Fátima que el 28 de mayo de 2014 había sido objeto de otro terrible ataque en el que murieron quince personas. Tres días antes, tres jóvenes musulmanes involucrados en un partido de fútbol interreligioso habían sido linchados y mutilados en el distrito Pk5, donde se concentraba una minoría musulmana, en comparación con la mayoría cristiana de la capital. Desde entonces ha habido numerosos episodios de violencia que se enmarcan en una situación general muy difícil y tensa. El país se encuentra en un complejo proceso de transición, ya que en 2013 el grupo rebelde llamado Seleka derrocó al gobierno del presidente François Bozize, desencadenando una ola de violencia que ha causado miles de muertos y cerca de un millón de desplazados.
Los continuos episodios de intolerancia muestran, según muchos observadores, la fragilidad de un país que todavía no puede encontrar estabilidad y permanece rehén de los enfrentamientos entre bandas armadas rivales, con episodios de delincuencia común. También se produjo un ataque en días recientes contra una base de la ONU que causó la muerte de un casco azul mauritano, veintiún civiles y veinte milicianos anti-Balaka. Se enviaron refuerzos a la base de la Minusca, la misión de la ONU en Tagbara, ubicada a unos sesenta kilómetros de Bambari.

Mons. Juan José Aguirre, misionero combonianao, obispo de Bangassou, en la República Centroafricana.