Eilyn Rojas S.– Cartago
“Monseñor, le escribo con un sentimiento de profunda tristeza. Con el 26 de mayo de este año, ya se ha dado otro paso hacia la imposición de antivalores: la legalización del pretendido matrimonio igualitario, para las parejas homosexuales.
Me pregunto, ¿qué está quedando de la Costa Rica cristiana?
No creo que mi pregunta sea para la sección de Tus Dudas, pero me brotó espontáneamente escribirle a usted, Monseñor.
Muchas gracias por su atención”.

Sólo de Cristo, luz del mundo, nos viene la luz necesaria e indispensable para interpretar los tiempos que nos ha tocado vivir.
Estimada Eilyn: Somos muchos los que compartimos su sentimiento de profunda tristeza. Lo cual no significa en absoluto, que tengamos ninguna actitud de menosprecio hacia cuantos o cuantas experimentan atracción hacia personas del mismo sexo. Ya en varias ocasiones, desde el Eco Católico, hemos hecho nuestra la afirmación que al respecto encontramos en el Nuevo Catecismo de la Iglesia. En él leemos: “Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará con respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta” (2358).
Desde estas afirmaciones y particularmente por la última de ellas, a saber, “se evitará todo signo de discriminación injusta”, la organización social y política de cada País, debe asegurar a ellos como a todos los ciudadanos, los mismos derechos civiles.
Sin embargo, ese debido y necesario respeto hacia las personas homosexuales no implica que se nos deba obligar a que consideremos como “matrimonio igualitario” a las convivencias de parejas homosexuales.
Justamente, y con tono abiertamente irónico, hizo notar el Card. Francis (+2015), en su momento Obispo de Chicago, que por la ley natural de la gravedad, los objetos siempre caerán de arriba hacia abajo, a pesar de que a algunos legisladores se les ocurriera “determinar por decreto” que desde una determinada fecha, los objetos subirán de abajo hacia arriba… Aunque desde el 26 de mayo 2020, en Costa Rica se haya establecido que la convivencia de las personas homosexuales, es “matrimonio igualitario, todos sabemos que eso no es matrimonio. El matrimonio implica por naturaleza diferencia que luego se hace complementariedad y fecundidad. Es de todo patente que si dos hombres unidos “en matrimonio” según la ley costarricense, si quieren ser “padres” deberán acudir a una colaboración afuera de su unión y de tipo femenino, ya que su unión, por sí misma es estéril.
Es obvio que aquí se introduce otro punto de extrema importancia. Si la unión entre homosexuales es declarada “matrimonio igualitario”, como todo matrimonio tendría el derecho a la adopción… ¿Y es “humano, correcto, condenar a un niño o a una niña a no tener experiencia de lo que es normal y natural, es decir verse y crecer entre un papá y una mamá, con todo lo que eso significa?
Se entronca aquí otro grave tema, el de la Ideología de género, según la cual el género femenino o masculino, no sería algo dado y establecido por la naturaleza, sino consecuencia de una elección personal….Otra extraña y absurda afirmación que se opone a toda evidencia, pero que se quiere imponer y a ella “educar” desde la infancia.
Ahora bien, aunque se haya publicado por ejemplo en La Nación, que a partir del 26 de mayo, Costa Rica será un “país mejor y más feliz”, esto no impide afirmar (los últimos 60-70 años de historia, lo confirman), que con esta fecha se indica otra clara señal que vivimos en una sociedad y en una Costa Rica “decadente”. Todos los últimos decretos presidenciales “antivida” y anti familia, el de la fecundación “in vitro”, con la implicación del “descarte” de embriones, el protocolo del aborto llamado terapéutico, y ahora con el “matrimonio igualitario”, queda aún más abierto el camino al suicidio demográfico, en que Costa Rica ya ha entrado de manera definitiva. Ya es sabido (lo volvemos a repetir) que el pueblo tico con el uruguayo, son los primeros pueblos de América Latina, condenados a desaparecer. Es lo que está sucediendo en no pocas naciones de Europa, como Alemania, España, Italia….
El avance de esta visión tan abiertamente “antivida ”, que es de todo anticristiana, hace entonces que los que nos consideramos cristianos, nos afiancemos más en Cristo que es la Verdad y la Vida, único camino de Salvación. Sólo de Cristo, luz del mundo, nos viene la luz necesaria e indispensable para interpretar los tiempos que nos ha tocado vivir, y mostrar así la belleza de su mensaje, en favor de la vida y de la familia.
Por Monseñor Vittorino Girardi mccj
Obispo Emérito, Tilarán-Liberia