Una santidad contagiosa

Este año 2020 llegaron a mis manos dos libros combonianos; no precisamente recientes, pero son de esos ejemplares que nos hacen pensar en nuestra propia vida y misión. SUPREME WITNESSES. Comboni Missionaries killed in the line of duty in Africa and Latin America, y Servitori del VANGELO. Testimoni sulle orme di San Daniel Comboni in Sudan e Sud Sudan.*

Nos presentan estos libros algo que es muy nuestro, de nuestra historia como familia comboniana, de nuestro estar presentes en tantos lugares difíciles, incluso dando la vida derramando la propia sangre. Son nuestros misioneros, que se han dejado enamorar. Como Jeremías, habrán dicho: Me sedujiste Señor, y yo me dejé seducir. Al leer las pequeñas biografías de estos tantos, vemos miedos, conflictos, talentos, valentía de seguir adelante, despedidas y encuentros. Vemos la experiencia fuerte de un amor por Cristo que ellos han dejado crecer en el corazón, mirando al Crucificado y preguntándose qué quiere decirnos esa entrega, también por los más necesitados. Siguieron el carisma de un santo.

Creo que puedo afirmar que esas historias, muestran también la santidad dentro de nuestros Institutos, en nuestra Familia. Todo es gracia de Dios, y ella nos ha llegado transformada en pasión por la misión a través de este gran santo que celebramos: San Daniel Comboni… ¿Qué hace santo a una persona? Nuestro concepto, el primero que viene a nuestra mente puede ser el hecho de ser religiosos (los padres y las monjitas, según lo que la gente piensa primero). Y si bien Comboni pertenece a esta categoría de ser un hombre religioso, un consagrado, percibimos su santidad más allá de eso.

Vemos en Comboni un hombre que supo contagiar a los otros un carisma, un deseo profundo de compartir la Palabra de Dios. Vemos uno que dejando lo más querido y renunciando a su familia, fue al encuentro de una familia mayor. Unos que supo ver en sus africanos un gran futuro de esperanza, uno que supo ver en las mujeres religiosas, tanto amor y santidad en contextos tan extremos… Creo con certeza que su santidad, la de Daniel Comboni, ha consistido en mover los corazones de tantos y tantos, en más de 150 años, para transmitir el Evangelio a los más pobres. Es su santidad contagiosa que ha hecho a tantos decidirse a amar África. Amarla, dejando la familia, el país, lo propio, para encontrar 100 veces más, y convertirlo en propio también. Es la animación en nuestros países, que ha cautivado a mucha gente, y ha levantado la curiosidad de saber más sobre otros países, costumbres, tradiciones, fe. Es santidad transformada en un estilo de vida sencillo, comunitario, intercultural, en el cual el mundo entero es nuestra casa y nuestra misión.

Santidad de Comboni reflejada en los pequeños detalles vividos en nuestras comunidades. En el joven que llega al seminario ilusionado, por primera  vez, el  que recién hace sus primeros votos, en quien se conoce la misión en la parroquia, animación o promoción. en el testimonio de los «viejitos» que pasaron años en misión, que dieron sus vidas todas por el Evangelio, a veces en medio de peripecias, soledad. pero mucha felicidad interior. Santidad en la paciencia de estar enfermo, como cuántas veces lo habrá vivido Comboni. ¡No habremos cruzado un desierto en tres meses, pero cuántos desiertos nos ha tocado vivir! Comboni vivió su santidad día a día, y nosotros nos sentimos animados.

Quién sabe si algún día alguien escribirá un libro con nuestras biografías, o Dios lo sabe, una muerte en martirio, como he mencionado antes. Posiblemente no. Aún sin esperar grandezas o hazañas escritas en las páginas de un libro, sí ojalá que esa santidad, esa pasión por la misión, la vivamos todos, la transmitamos todos, la pasemos todos, con alegría, a todo el mundo.

Que escribamos la santidad en nuestras vidas, en nuestras comunidades, en donde vivimos la misión. Y que sea contagiosa.

Feliz día de San Daniel Comboni.

P. Juan Diego Calderón Vargas mccj

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