Padre Bernardo Sartori
Fue llevado el 03 de abril de 1983, el domingo de Pascua, en la mañana, con la lámpara encendida. Como Enoc: “Enoc caminó con Dios, luego desapareció porque Dios se lo llevó” (Gn 5, 24). Así nos lo anuncia el P. Mario Casella: “hace veinticuatro horas, nuestro querido Padre Sartori fue encontrado ante el altar de la capilla de la escuela de Ombaci, extendido, con los brazos abiertos, con el rosario en la mano, y ojos hacia el cielo! Su lámpara estaba encendida sobre el altar. Sin duda fue a orar a las cuatro como de costumbre, se sentiría mal, tal vez embolia y se había puesto ante el Santísimo renovando su ofrenda sacerdotal de hacía sesenta años… Salió muy temprano en la mañana de Pascua como María, encontró a su Señor Resucitado y con él marchó a celebrar la mañana más hermosa del año y de su vida: ¡la mañana que no terminará jamás! Beato Bernardo, Santo hermano y nuestro padre, te felicitamos en este día de tu triunfo e imaginamos que finalmente gozas de la visión que fue el suspiro de toda tu vida. Ahora ves, contemplas y alabas al Padre, a Cristo, la Madre, en el Espíritu Santo y encuentras a millares de hijos e hijas que tu incansable caridad sacerdotal ha dirigido al cielo en todos estos años… Cómo nos gustaría estar presentes también nosotros: espéranos y reza para que nada nos distraiga y pueda retrasar nuestra preparación para la vida eterna”.
Una vida con la lámpara encendida. La fundación de Troya, la primera presencia comboniana en el Sur de Italia (04 de noviembre de 1927). El imperativo de toda una vida, en todas partes y siempre animando misioneramente a la Iglesia local: empeñado desde joven en una abrumadora tarea de animación misionera: algo nunca visto (Conversano y Tricase, 18-22 septiembre de 1928; Castellana, 23-24 de septiembre; Alberobello, 28-30 de septiembre; Universidad popular de Foggia, Avellino, Nápoles, Bari, Lecce, Salerno, Sant’Agata di Puglia, Canosa, Sant’Angelo dei Lombardi, Nola, Gargano etc.).
La Fundación de la misión entre los Logbara bajo el nombre de espiritualidad mariana inculturada. El objetivo era crear comunidades vivas a imagen de María sierva del Espíritu y Madre de la Iglesia, pueblo de Dios: Mediadora y Sultana de África en Lodonga (15 de febrero de 1948), nuestra Señora de Fatima en Koboko (12 de abril de 1957 domingo de Ramos). Maria Regina mundi en Otumbari (13 de noviembre de 1966), María Madre de la Iglesia en Arivo (diciembre de 1970). Incluso en la tormenta de la guerra civil – caída de Amin, destrucciones y atrocidades en West-Nile (1979-1983) – la luz no se apaga: “abeja infatigable, destruida la colmena, en silencio y sin nada, el misionero se pone a construirlo mejor y más dulce que antes. Es nuestro trabajo y, si el Señor quiere, esperamos que este año Otumbari sea habitable, para nosotros y para las hermanas, con todos los anexos: dispensario, catecumenados, escuelas etc. y nosotros reemprender el maravilloso trabajo de conversiones y ministerio de los años pasados. La dura prueba, el hambre, las enfermedades, los sufrimientos de todo tipo han templado la fe de los cristianos aumentando su fervor, enriqueciendo de méritos a los vivos y a los muertos de la gloria. Es la Iglesia logbara y kakwa, plantada al pie de la Cruz al igual que en los primeros siglos, con sus santos, graduados bajo la tormenta y sus mártires que la han purificado y glorificado.
En abril 1981 P. Sartori deja Otumbari para Italia y va con dos objetivos específicos: el cuidado del tímpano dañado y recaudar fondos para la traducción del Evangelio en logbara. El primero no lo consigue. No hay nada que hacer porque la membrana está demasiado desgastada y deteriorada. El último don de esta luz ardiente en un hombre de 84 años, es el regalo del Evangelio en lengua logbara. Un indomable octogenario recorre la península en abril de 1981, en un maratón de compromisos pastorales. Son las motivaciones interiores y la interioridad ardiente las que superan el cansancio y la hinchazón de pies: “Los africanos tienen derecho a nuestra vida al máximo”, escribe. “He trabajado para continuar mi ministerio hasta después de muerto, preparando miles de copias del Evangelio en lengua logbara”. La cantidad recogida supera con creces todas las expectativas. Empezó con el temor de no poder recoger 20 millones (Liras) solicitados, y ahora él encuentra 80 millones. “Para descansar pensaré en el Cielo”, escribe a los padres que ha dejado en Otumbari.
Su símbolo
El símbolo que nos deja Sartori, de hecho, nos lo ofrece Dios: una lámpara encendida. Fijar la mirada e investir sobre la fortaleza de esa llama encendida. Alusión provocativa del compromiso indispensable para animar la apertura misionera de la iglesia; el método misionero necesario basado en la visita, en la interioridad, en la comunidad más allá de las reglas, en el sentido de iglesia más allá de la simple estructura, en el proyecto (para él basado en el misterio mariano). La necesidad de una espiritualidad que revele la centralidad del misterio que me sostiene y al que debería dirigir actitudes de vida: tiempos de oración, tiempos de visita y conocimiento, de celebración y de vida fraterna, de autenticidad de vida. Sartori ha tenido encendida su luz interior para superar las muchas contradicciones y, con esta luz, ha iluminado la comunidad eclesial confesando sus límites y, al mismo tiempo, viviéndola como pueblo de Dios, acogiendo el signo del tiempo que le llegaba del Concilio Vaticano II. ¿Cómo está mi lámpara? ¿Encendida? ¿Apagada? ¿Incierta? ¿Temblorosa?